miércoles, 1 de julio de 2009

Dos anillos (FdT parte 2).

Los compré hace meses, para una fecha especial.
Los compré como una promesa de que todo iría mejor, del compromiso que quería hacer y vivir.
De oro blanco con una fina linea amarilla, con pequeños brillantes resplandeciendo justo en medio. El mío, sobresaliente del otro más pequeño.
Dos anillos que jamás fueron usados por nuestros dedos.
Estuvieron ahí guardados, en una cajita encerrada bajo el piso del que fuera mi cuarto hasta hace una semana.
Dos cosas valiosas que ahora no significan nada.
Un futuro no encontrado, que se escapó de mis manos.
Y esos dos anillos eran mi mayor secreto, que a nadie había mostrado.
No pude mirarlos por un largo tiempo, abandonados y frios, sin uso y con todo el brillo.
No podía soportar la idea de hablar sobre ellos, ni de siquiera tocarlos.
Porque eran anillos sin dueño y sin destino.

Finalmente tuve que enfrentarlos, sacarlos de aquel hueco bajo el piso. Tomar la caja y emprender un viaje a mi pasado.
Una tarde miré al río, el ruido de los carros y los pajaros me animaron. Abrí la caja y los contemplé por un último instante.
Tan bonitos, tan relucientes y brillantes como los recordaba. Desde el momento en el que los ví sabía que se nos verían muy bonitos en nuestros dedos anulares. Un amigo me prestó su plástico para poder pagarlos. ¿El precio?, ¡no importaba!, sólo quería mirarlos en nuestras manos, y tomar tu mano.
Al final, esos anillos fueron usados, más no por nuestras manos.
El agua se ha encargado de portarlos y llevarlos lejos de lo que no pudo ser.

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